SEXTO CAPITULO

 

SEXTO CAPITULO

LA SEGUNDA PARTE DEL CAPITULO CUARTO,

QUE QUEDÓ INCOMPLETO


n  -- Una vez ordenado sacerdote…

seguí contando yo el día miércoles, el día de las exequias en la iglesia parroquial de la parroquia San Diego. Se sentía una cierta tranquilidad en el ambiente. Tal vez la suma de emociones tan fuertes y el acercarse ya la pesadez del mediodía iba haciendo que todos bajáramos la guardia en fuerzas físicas, tras la carga emocional que se estaba viviendo. O, tal vez, la conformidad y la aceptación de los hechos nos iban llevando a tomar conciencia de que las cosas son como son, y aquellas lo eran de esa manera. Tampoco es que nos fuéramos con el muerto, a pesar del dolor. Además, se trataba de la más triste realidad de “que el muerto al hoyo, y el vivo al poyo”, por muy cruel que sonara en una de “así son las cosas”, porque habría que traerse la gran enseñanza del libro del Eclesiastés, cuando dice, que:

·                    ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?

·                    Una generación va, otra generación viene; pero la tierra para siempre permanece.

·                    Sale el sol y el sol se pone; corre hacia su lugar y allí vuelve a salir.

·                    Sopla hacia el sur el viento y gira hacia el norte; gira que te gira sigue el viento y vuelve el viento a girar.

·                    Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al lugar donde los ríos van, allá vuelven a fluir.

·                    Todas las cosas dan fastidio. Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver ni el oído de oír.

·                    Lo que fue, eso será; lo que se hizo, ese se hará. Nada nuevo hay bajo el sol.

·                    Si algo hay de que se diga: «Mira, eso sí que es nuevo», aun eso ya sucedía en los siglos que nos precedieron.

·                    No hay recuerdo de los antiguos, como tampoco de los venideros quedará memoria en los que después vendrán.

El Obispo le pidió, entonces, ahora ya padre Chuy, que fuera a hacerle la Navidad al pueblo de Sabana de Uchire.

Él fue. Las misas de aguinaldo suelen comenzar el 16 de diciembre si se hacen en la madrugada. Y el 15 de diciembre si se hacen en la tarde. En nuestros pueblos es tradición y costumbre hacerlas en la madrugada, y es de suponer que en Sabana de Uchire se hizo, entonces, en la madrugada. Además, venía un sacerdote recién ordenado, por una parte, y por otra, es la fiebre y la emoción de un recién ordenado, que con toda seguridad debió haber sido en la madrugada, por lo menos en el propio pueblo. No se puede obviar, ni mucho menos, que como todo recién salido del horno, todo recién ordenado sacerdote hace monición y explicación de todo lo que va haciendo, y a la gente, dice uno, le encanta. De seguro, el padrecito recién ordenado, el padre Chuy, “no es que no lo haya hecho, sino que, conociendo la condición humana, no debió dejarlo de hacer”, como dice la máxima, por demás de sabia, que dijera Mons. Alejandro Fernández Feo, cuando era Obispo de la Diócesis de San Cristóbal, en el Estado Táchira. Al paso de los años recuerda uno esos afanes de súper catequesis de explicarlo todo, como cosas válidas y de etapas ya superadas. Pongámosle todas esas características al recién ordenado, en su primera gran experiencia en el mes más hermoso que tiene el calendario litúrgico y calendario civil. Y, recién ordenado, nos da, entonces, una característica especial en su experiencia inicial como conductor directo de una parroquia, aún cuando fuera por unos días. Pero, que no eran unos simples días, sino que era diciembre y Navidad, con 24 de diciembre y 31 incluidos, con todo lo que esto supone en una fiesta de hogar y de familia.

A esas alturas de su vida ya habría probado la sazón de la hallaca oriental y ya sabría la diferencia con hallaca de Los Andes que es, esta última, sancochada con el guiso y todo, y con el infaltable garbanzo y un trocito de tocino de cochino. Ya habría comido hallaca con casabe, sin que faltara un buen caldo de ají para aumentar lo sabroso, igualmente, de ambas hallacas, la andina y la oriental. Y, como buen trujillano, nunca-nunca le podría faltar un buen frasco de ají, si es con leche, mejor, en la exquisitez de un buen apetito que hace que todo sea sabroso.

Celebró la Navidad. Su primera Navidad como sacerdote.

n    ¡Apenas, terminé la misa del 24 de diciembre…-- me contaba.

n    ¡¿Qué pasó? – pregunté yo, emocionado de escuchar lo que me iba contando.

n    ¡No me vine ese mismo 24 de diciembre porque era ya muy de noche y no había carro! – dijo él, y yo con los ojos súper abiertos y soltando la carcajada.

n    ¡Pero, el 26 de diciembre me vine!

n    Y, cuando llegué a Tronconal, llamé al Obispo.

n    ¡Aquí estoy, le dije!

Y el Obispo se sorprendió.

n    ¡Bueno! ¡Y, usted, no estaba en Sabana de Uchire! ¿Qué hace aquí?!

n    ¡Usted me dijo que la Navidad! Yo hice lo que usted me dijo.

n     Ahora…si usted quiere…me regreso a Sábana, otra vez…

n    ¡Nooooooo…!

Entonces, se quedó ayudándole a Mons. José Manuel Romero como vicario parroquial en la parroquia Espíritu Santo, en Tronconal, Barcelona.

En este punto, habría que preguntarse: ¿Obediencia? Ciertamente sí, porque la petición y el mandado era “vaya, y hace la Navidad en Sabana de Uchire”. Terminada ya las fiestas de las misas de aguinaldo, ya estaba cumplido el mandado. Entonces, se regresó a Barcelona. ¿O, inteligencia? Porque, cabía la posibilidad que lo dejaran ahí, en Sabana… Además, en su inteligencia-obediencia, o en su obediencia inteligente, estaría aplicando lo de “el que obedece, nunca se equivoca”. En todo caso, igualmente, se ofreció a regresarse a Sabana, si esa era la nueva disposición y mandato. Y, aquí, puede uno sorprenderse, porque da para quedar sorprendido ante aquella aparente simplicidad, que era inteligencia pura y de la más refinada en una de obediencia al pie de la letra, y a la que no se le podía llevar la contraria porque era tal cual como se le había pedido. Ni siquiera, se le podía objetar desobediencia, porque no lo era; al contrario.

Yo estaba sorprendido que la gente que ahí estaba se reía con lo que yo iba contando, porque no era para reírse, ya que la cosa de muertos es muy seria, quizás la más seria de todas las que tiene la vida. Pero, supongo que todos iban imaginando lo que yo iba contando del amigo cuando nos sentábamos a conversar. Y, en dos o tres veces miré a la hermana del padre Chuy que estaba al lado de su otro hermano, que habían llegado el día anterior de Trujillo, y ella movía la cabeza en señal de estar de acuerdo con lo que yo iba contando, y sonreía, sin dejar de mirarme en un tu a tu como confidencial, a pesar que se le escurrían las lágrimas por sus mejillas. Los dos hermanos, y una prima de Chuy, estaban sentados en primera fila, que en estos casos son los puestos de honor, porque el muerto era de ellos, y el muerto les hacía dar los honores. ¡Las cosas de las cosas de los vivos!

A los tres minutos de haber hablado, en el encargo de hablar poquito, y de haber dicho lo que conté, que fue poquito, pero suficiente, me regresé a mi puesto donde había estado durante toda la misa, que era al lado de un sacerdote joven que había tenido covid y se había visto muy mal, y casi pasa las fronteras, pero no tenía todos los papeles en regla, y lo habían regresado, y hasta eso algunas veces resulta bueno el no estar bien documentado en papeles. A este sacerdote se le veía muy bien y rozagante en salud. Junto a él volví para ponerme donde había estado. En eso, sentí un jalón desde atrás, y me voltié para mirar qué o quién era, porque podría ser que el muerto ya me estaría jalando. ¡Ave, María, Purísima! Y era un seminarista del cuarto año de teología que ya había terminado sus estudios, y al que hacía poco le había dado clases en la materia “Síntesis teológica”, en la parroquia Espíritu Santo, en Tronconal, donde funciona el Seminario de la Diócesis de Barcelona. Este seminarista estaba haciendo, ahora, un tiempo de experiencia pastoral en una parroquia, y estaba a la espera de la invitación y propuesta de ordenación sacerdotal. Al voltearme y ver quién era, me dijo:

n    ¡Escriba, por favor, todo eso que dijo… ¡Escríbalo… ¡Escríbalo, y lo manda!

n    ¡¿Le parece?! – contesté yo.

Otro dato que  es oportuno añadir, ahora,   después de  todo, es el día que tomó posesión de la Parroquia Santa Escolástica,  en Valle de Guanape, en el año 2014.   Yo fui a llevarlo ese mismo día. La  misa era a las diez de la mañana. Íbamos los dos. Yo manejaba, así como al estilo de la canción. Prendí las luces para leer. No se prendió la luces porque era de día. Allá, en Valle de Guanape, toda la ceremonia de recibimiento como párroco un poco particular en ese año convulsionado. Después  de la misa, el almuerzo. A la hora de regresarme en la tarde solo, por supuesto,  porque el nuevo párroco se quedaba; o, sea, el padre Chuy…el padre Chuy se monta en el caro:

n  -- ¡Bueno…y, usted, no se queda, pues!

n  ¡Noooo!  ¡Yo vengo dentro de un mes!

n  ¡¿Cómo es eso!

Y, nos regresamos a Puerto la Cruz, juntos. Si me había extrañado que no había llevado maletas, ni nada que indicara mudanza, ni siquiera una muda de ropa. Entonces, se regresó conmigo el que era párroco de dos parroquias oficialmente, porque, ya había tomado posesión canónica de su nueva parroquia; y, todavía no había hecho entrega canónica de la que ahora tenía, que era la parroquia Santo Domingo Savio, en El Frío, Puerto la Cruz, por un mes más.

n  Además… !¿Cuál es el apuro?!

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