CAPITULO NOVENO
CAPITULO NOVENO
COSAS DEL MISTERIO DE FE
Al día siguiente, según la modalidad de nuestras culturas religiosas, se comenzaba el novenario-difuntos, porque se acostumbra que es al día después del entierro que se empiezan los rezos por nuestros muertos. En esa manera de fe que es popular y profunda al mismo tiempo, hay diferencia de una región a otra en la manera, ya que en Los Andes se reza en la noche y se contrata a una persona que hace esos servicios religiosos. Esa persona dirige los ocho días de los rezos. También el noveno día, que se llama “el día del último”, o, “el día la última noche”, se reza desde temprano en la tarde hasta la medianoche. En el oriente venezolano, en cambio, hay dos modalidades. Una es rezar un rosario cada día por nueve días, también, en horas de la tardecita-noche, para lo que, igualmente, se busca una persona que hace esas tareas religiosas; o, se reza todo en una cuenta de rosarios el propio día que se cumplen los nueve días, desde la noche, temprano hasta el amanecer del día siguiente. En ambos casos en El Oriente se contrata un rezandero o una rezandera. La diferencia de entre Los Andes y el Oriente está en que, en Los Andes, rezan todos los que va y asisten a los rezos, ya del novenario-difuntos, ya en el día de la última noche, y es un compromiso de obligación ir a rezar; si se va, hay que entrar a rezar, y es una falta de respeto y un desagravio al difunto si no se reza. Mientras, que, en El Oriente, sólo se va, y no es ningún compromiso el rezar; solo ir. La diferencia radica en que, en El Oriente, se paga a un rezandero para que rece, y ese es su oficio, y le acompaña poca gente; aunque, este último comportamiento cultural heredado está cambiando y los vecinos que van al rezo se están animando a rezar, que es tarea sólo de las mujeres, ya que “eso de los rezos, es cosa de mujeres”. Mientras, que, en Los Andes, rezan hombre y mujeres, por igual, como niños, jóvenes y viejos, sin diferencia, porque el compromiso es con el muerto y con la familia del muerto. No hacerlo, pueda que, en la noche, entonces, se sueñe con el muerto, por una parte; y, por otra, si no se ha rezado no se ha ayudado a pedir que Dios le dé al muerto el descanso eterno, que es por lo que se pide y que es lo más importante. De hecho, a veces, entre amigos hay promesas de quién muera primero, el que queda vivo tiene la obligación de rezar por él para que Dios lo saqué del purgatorio. Por eso, es que se dice:
¡Que Dios lo saque de penas;
Y, ¡lo lleve a descansar!
O, también:
¡Que brille para él, o para ella -- según el caso -- la luz perpetua!
Se trata, simplemente, de culturas. Eso se hereda, porque lo cultural, también se hereda, así como se hereda el comer caraotas con sal, o caraotas con azúcar, o el comer casabe mojado, o cambures verdes sancochados, o sopa de mondongo con sal, o con azúcar. El caso es que eso, en de donde se haya nacido y criado, se lleva en la sangre porque se crece y se vive con eso, desde niños, marcando diferencias y modo de ser socialmente.
Otro detalle que se resalta en esas diferencias, aún dentro de las mismas regiones, estaba el hecho de cuando se reza por los difuntos se especifica si es hombre o mujer el muerto, ya que en la hora del “ruega por él”, se distingue si es femenino o masculino, pues si es mujer tiene que ser “ruega por ella”. Y, algunos más estrictos insisten en que cuando se reza por un muerto, no se puede decir ruega por el, o por ella, sino que ruega por nosotros, que estamos vivos. Y, otros, por el contrario, más considerados colocan las cosas en su santo lugar, pues dicen que, si se está rezando, en concreto, por él, o por ella, lo lógico es que se especifique que es por él o por ella, por quién se reza, y no por nosotros, porque no es por nosotros que se reza, sino por el difunto. Y estos últimos son más misericordiosos que los de la primera postura, además de más justos, porque se trata, en todo caso, de eso el novenario-difuntos, tanto de rosarios como de misas, que es rezar por el muerto para que Dios le saque de penas y le lleve a descansar.
Últimamente, se está comprendiendo poco a poco en la práctica, que la misa es la mejor manera de rezar por nuestros difuntos. De hecho, en la misa, apenas se comienza, cuando se reza la oración de contrición se dice que se ruega a la Virgen María, a los santos y a los vivos “que intercedan por mí”. Cuando se llega a la consagración del Cáliz se dice “tomen y beban…este es el Cáliz de la Nueva Alianza que se entrega por ustedes, y por muchos”. Y, después de la consagración y, justo antes de la doxología se dice “y, por nuestros difuntos, que se murieron en la esperanza de la resurrección”, y, ahí, se nombran los difuntos por los que se está pidiendo para que el Señor tenga misericordia, y se acuerde de ellos. Y, esa es nuestra esperanza de poder contemplar el rostro de Dios.
El señor Obispo, Mons. Jorge Quintero, Obispo de la diócesis de Barcelona, tachirense de nacimiento y crianza, andino en todos sus costados, igual que el padre Chuy, con sus diferencias regionales propias de un Queniqueo, que sería el gentilicio de un nativo del pueblo de Queniquea, del Estado Táchira, distinto y parecido, y parecido y distinto, de un trujillano de la población de la Quebrada, del Municipio El Corozo, de donde era el padre Chuy, y que si buscamos su gentilicio tendría que ser “quebrandense” o “quebradeño”, o algo así. Pero, de Los Andes, los dos; mejor dicho, los tres…con sus herencias culturales que hacen sus diferencias. También el señor Obispo criado en ese ambiente con toda seguridad. Por eso, él, iniciaría la misa del novenario-difuntos, ya en sus misas de manera particular, y, ahora, al día siguiente del entierro, en la población de San Diego. El celebraría la primera misa de las nueve que componen el novenario-difuntos, a las cuatro de la tarde. Se reunirían los que pudieran en el templo parroquial de San Diego, tanto de los que pudieran venir de otras parroquias, como de los propios del pueblo. Había una gran dificultad y era la escasez de la gasolina, que por esos días estaba más crítica de lo que ya era. Por esos mismos días empezaba a regir el uso del nuevo cambio de moneda a nivel nacional, que de millonarios se pasaba a no serlo, y que, en ambos casos, igualmente, seguíamos siendo y estando como íbamos, como la loca del refrán que ya se dijo de cómo iba.
Dejemos, sin embargo, las cosas de la economía en su lugar. Pero, por más que quisiéramos no podíamos obviar, ya que asistiría poca gente al novenario-difuntos, y la razón era la escasez de la gasolina, que nos tenía como nos tenía. El hecho es que a nosotros nos correspondía la segunda misa, que sería el viernes, y había que organizarse para que fuera un grupo como representación. Entonces, había que buscar un transporte grande como un autobús. Había un gran problema, y era que no se tenía dólares para pagar cada uno su propio pasaje, que eran, simplemente, dos dólares. No era mucho. Estaba barato. Pero, por muy barato, no se tenía dos dólares, que significaba diez millones de bolívares, y que si hacíamos cálculos no alcanzaba el sueldo de un mes que era de siete millones. Ciertamente, habría que aplicar el “no os preocupéis”, máxima de vida que aplicaba el muerto por el que íbamos a rezar y pedir a Dios que lo sacara de pena y lo llevará a descansar. Misterios de fe. Y misterios de compromiso del que vive que está convencido que tiene que pedir por sus muertos, sabiendo, sin embargo, que el misterio de la misericordia de Dios es infinita y supera todo rezo posible, por muy ferviente y piadoso que fuera, y que esos misterios no están condicionados a esos nuestros rezos. Además, se trata de una obra de misericordia el orar por nuestros difuntos, en un “concédele, Señor, el descanso eterno”.
Se pudo asistir a San Diego al segundo día del novenario-difuntos. Algunos empezaron a ver la mano de Dios en esa casualidad al ver que el muerto era andino, de Trujillo; el primero que fuera a celebrar la misa en la primera misa del novenario-difuntos fuera el señor Obispo, también andino, del Estado Táchira; y, andino, merideño, el segundo que fuera a celebrar la segunda misa de la cadena de nueve. Y, ahí se rompió la cadena, a pesar de haber tres sacerdotes más en ese momento en la diócesis, andinos también, de los que dos eran, también, trujillanos.
Hubo para pagar el autobús, gracias a una persona que se encargó de eso y pagó completo ella sola por todos. Y, fuimos. Es interesante, ahora, preguntar y preguntarnos por el sentido de todas cosas del misterio.
¿Cómo es eso?
Del misterio del más allá.
Ya está diciendo lo que es: es un misterio.
¿Qué se sabe?
Saber, saber, lo que se dice saber: NADA.
¡¿Entonces?
Misterio. Solo misterio.
Sin embargo, en eso que es misterio la Iglesia Católica profesa que hay cielo, purgatorio e infierno. El fundamento bíblico, que es la base de toda la teología, ya que la principal fuente de la revelación y de la teología es Las Sagrada Escrituras, dice, tomando del Evangelio de San Mateo (15, 31-46), que, Jesús dice que:
«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria.
Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.
Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis;
estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.”
Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?”
Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”
Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles.
Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.”
Entonces dirán también éstos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”
Y él entonces les responderá: “En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo.”
E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.»
Y, esa lectura del Evangelio se lee en las misas de exequias de cuerpo presente. Como es de imaginar, igualmente, se leyó en la misa del miércoles del 29 de septiembre, en la misa de las exequias del padre Chuy, y, también se le aplicaba y se le aplica a todo el que muere, porque se trata de dar cuentas a Dios en eso que resalta el evangelio.
Aquí es donde está todo del todo en lo que solo las obras que es lo que cuenta frente al hacedor y la causa misma de este misterio. Las buenas obras llevarán a ser invitado con la hermosa y consoladora frase de “venid, benditos de mi Padre”. Las malas obras, entonces, llevarán a la terrible realidad de “apartaos de mí, malditos de mi Padre”.
Suena, sin duda, a una tragedia, porque, en ambos casos, la medida es que “tuve hambre, fui forastero, estuve enfermo, estuve desnudo”. Pero, ¡¿cuándo, ¡¿cómo, ¡¿dónde, en qué forma, en quién, por qué, por qué no me diste una señal, así no se vale…?! Y la respuesta es: cuando lo hiciste, o no lo hiciste, con uno de estos pequeños.
De haberlo sabido. De haberlo sabido.
Y, aquí es donde y cuando “la gata se sube a la batea”, porque es individual el juicio. Es de suponer, igualmente, que no hay influencia de nadie y para nadie, sino la absoluta confianza en la misericordia de este mismo hacedor de todo este misterio, y, a través de su Hijo que vino a morir por todos, sin ninguna preferencia, para salvarnos, muriendo en la Cruz; con la certeza, sin embargo, que es justo y misericordioso, sin ser más en una de las dos, sino las dos juntas, prevaleciendo la misericordia en la justicia, porque da a cada uno según sus obras, pero sin descartar la justicia que son nuestras obras, que es lo que hará la diferencia para ser bendito, o lo contrario.
En todo eso que es de fe y que también es compromiso histórico-real, lleva a que se tenga temor de Dios, que es, a la vez, una fe comprometida en obras, porque la muerte de Cristo en la cruz, ciertamente, nos salva, pero nos exige acción. Eso se dice, nada más y nada menos, en plena misa, en la consagración del Cáliz, cuando se dice “tomen y beban…de mi sangre que será derramada por ustedes, y por muchos”. De aquí se deduce, a conveniencia en la esperanza, que “ustedes” quiere decir que los que estamos ahí en la misa estamos salvados por la misericordia de Dios en los méritos de Cristo; “y, por muchos”, aún de los que estamos ahí, en la misa, tenemos que ganarnos esa salvación con nuestro compromiso de vida. Entonces, la conveniencia en la fe y en la esperanza, no nos asegura que nos salvemos ya, y que ya lo estemos, sino que hay que ganarlo con las obras. Ya el mismo Jesús lo dice: “no todo el que diga Señor, Señor, se salvará; sino el que haga la voluntad de mi Padre” (Mateo 7, 21-23).
Es que, así son las cosas. Eso es lo que se llama en términos teológicos LA JUSTIFICACIÓN, de lo que habla San Agustín, de entre los muchos, y que es clave la carta del apóstol Santiago, con lo de “muéstrame tu fe sin obras, que yo con mis obras te mostraré mi fe”; y todo en clave del buen uso de la libertad y la docilidad al Espíritu Santo que nos fortalece en todo el proceso humano-divino de conversión. Pero, que no es, igualmente, sino puro y absoluto misterio. En todo caso sería útil mirar a este respecto lo que compendia el Catecismo de la Iglesia Católica en el apartado de Gracia y justificación (numerales del 1987 al 2011).
¡¿Y, si no sirve y vale que se rece porque no hay influencia que valga, entonces, para qué rezar por los muertos, ya que son las obras de cada uno frente al bien y al mal, en el uso de la libertad de vivir en la alegría de los hijos de Dios en la experiencia del Jardín del Edén, con el consabido hecho del árbol prohibido?
Es cuando la gata sigue subida a la batea.
La iglesia confiesa su fe en el cielo, en el purgatorio y en el infierno, frente al uso de la libertad, el don más precioso que pueda tener el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios. En el catecismo católico de la Iglesia, eso se llama “la retribución inmediata”, que no es otra cosa que, en el momento mismo de la muerte, ahí mismo, sin más demora y prórroga, cada uno recibe de lo que en ese momento estaba viviendo y actuando frente al bien y el mal, en el uso de su libertad frente a Dios, como fuente y culmen del bien y del mal, hacia donde tiende todo como meta escatológica, y de dónde viene como su origen, como su causa y principio.
¡¿Y, la resurrección?!
Eso será en el final de los tiempos.
¡¿Y, cuando será eso?
Ya me volvió a espantar a la gata. Ahora, de la batea se saltó para el techo.
¡No me asuste a la gata!
Jesús, solo dijo que al final de los tiempos. Pero, no dijo cuando es ese cuando.
¡¿Entonces…. “el anillo pa’ cuando”?!
¿Está hablando de la resurrección?
¿Si Jesús no lo dijo, voy a saberlo yo?
¡Pero, yo conozco a una señora que ella dice que si sabe cuándo…!
¡Ah, no mijito! ¡Estamos hablando mucho pa’l tiempo que nos conocemos!,
Es, que, “los refranes son Evangelio chiquito”.
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