SEGUNDO CAPÍTULO

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EL DÍA DE LA MISA DE EXEQUIAS


El 27 de septiembre, cerca de la media noche, había sucedido el tránsito de esta vida del padre Chuy. Misterios de misterios ante los que el silencio absoluto es la respuesta, sin más palabras que el silencio, y ya esto es mucha palabra. Al amanecer del día siguiente nos enteramos por las redes, especialmente, por el wasap de muchos de los contactos que se hacían eco de la noticia. Y, ya todos sabemos cómo actuamos ante estas noticias. Mejor dicho, no sabemos cómo vamos a actuar, y a todos nos toma por sorpresa, según la cercanía que se haya tenido con la persona.

Nos tomó como nos tomó aquello. Y, lo primero es, inmediatamente, buscar un responsable. Nos consuela el relato del Evangelio de San Juan, cuando Marta salió corriendo a recibir a Jesús que llegaba a casa del amigo después de tres días que se le había dicho que Lázaro estaba enfermo. Marta, enseguida, le reclama a Jesús, y, en cierta manera, le echa la culpa, al decirle que “si hubieras venido, mi hermano no hubiera muerto” (Jn 11, 21). El evangelista cuenta que Jesús se conmovió y lloró. Pero lloró después que la otra hermana, María, corrió hacia él al enterarse que él había llegado. Tal vez lloró porque ya Marta lo había regañado y le había reclamado. Pero, era que quería a su amigo, dice el evangelista. Es, que, todos, de manera inmediata, buscamos un responsable.

En el caso que acababa de suceder, estaba sucediendo lo mismo. Sin ninguna diferencia. Y, lo primero que dijimos fue “mala praxis médica”, porque habíamos tenido noticias alentadoras en los días anteriores, y, ahora, es que se murió. ¿Había sido culpa de Jesús que Lázaro muriera? ¿Acaso, porque no fue a ver al amigo fue que se murió? Eso parecía porque es lo primerito que le dice Marta a Jesús. ¡Que buen recibimiento le da Marta a Jesús! Pero, ¿en esos casos está el familiar del muerto para andar con protocolos de recibimientos? Además, Marta no andaba y no era de ceremonias, como se ve en otro pasaje de los evangelios cuando Jesús fue a visitarla, y ella, Marta estaba toda trajinada con lo de la comida y quehaceres para atender a Jesús, la visita, y, precisamente, María, la hermana, estaba muy a sus anchas conversando con Jesús. Entonces, Marta le dice a Jesús que le diga a María que le ayude, que no da abasto con todo en ese momento de la visita. En ese sentido, Marta, era muy directa, y sin adornos le dice a Jesús lo que le dice (Lc 10, 40). Me encanta la figura de Marta. Y, a veces pienso que hubiera sido Interesante colocar frente a frente al apóstol Pedro y a Marta, la hermana de Lázaro, por lo directos que eran y lo frontales. Me encanta imaginar cómo hubiera sido.

Se trata, en todo caso, de una reacción inmediata. Así somos.

¿Había sido negligencia médica? ¿En qué se ganaba con eso? Y, en algunos casos, entonces, no satisfechos en esa reacción instintiva nos echamos la culpa nosotros mismos. ¿Y, si hubiéramos ido, o hecho, o dicho esto o aquello? A veces nos sentimos bien auto-martirizándonos y en algunos casos se vuelve crónico y un círculo enfermizo. Los recovecos de nuestra mente que nos pueden jugar una mala jugada si no estamos atentos.

Llegó, entonces, la hora del velatorio. Y, ya eso, nos consolaba. Porque había la posibilidad de ni siquiera eso, ya que la situación pandemia y Coronavirus nos había llevado a la triste experiencia de ni siquiera mirar a nuestros muertos, ya que se cremaban de inmediato, y lo único que quedaba era una cajita con las cenizas. Y, eso, hacía más desconsoladora la situación. Y, saber que lo iban a velar, era ya un consuelo. Había, ahora, que organizarse para ir a consolarnos con ese encuentro, que, a nada, era ya algo, y era mucho.

En esa misma tarde del martes, 28 de septiembre de 2021, en muestra Parroquia Santo Domingo Savio, teníamos programada una reunión para buscar la manera de hacer una adaptación del itinerario de catequesis ICA-ICNA. Y en dicha reunión se había dicho, que la finalidad era configurar la escuela de formación de CATEQUISTAS de manera intensiva. Y se había llegado a las siguientes ideas para poner en práctica, ya, desde ese mismo día. La escuela se iba a llamar "ESCUELA DE CATEQUISTAS PADRE CHUY", en su recuerdo, como el principal pionero de la catequesis ICA-ICNA de la diócesis. De hecho, había sido en la parroquia Santo Domingo Savio donde se hizo la primera experiencia de esta Catequesis, y había sido, precisamente, el padre Chuy quien la había empezado. 2) El lema de escuela iba a ser” NO OS PREOCUPÉIS”, expresión que siempre usaba el padre Chuy. 3) La primera clase sería el sábado 2 de octubre, a las 8:30 de la mañana, en la parroquia Santo Domingo Savio, para las cuatro comunidades. 4) Podían participar todos los que quisieran, desde los quince años en adelante. La invitación quedaba abierta, y el que quería participar, tendría que auto-agregarse en la invitación que se iba a colocar en un mensaje de wasap. Y el primer tema iba a ser ¿Qué es la catequesis? Y se hablaría en dinámica ICA-ICNA de esta modalidad de catequesis.

Al padre Chuy lo tendrían en capilla ardiente durante toda la tarde de ese día. Y, al día siguiente sería la misa de cuerpo presente. Otra cosa que hacía más complicada la cosa, era que no había gasolina, y había que buscar administrar lo poco que se tenía. Y, no se podía dar el lujo de ir ese día y al día siguiente al velatorio. Había que sopesar, u hoy, al velatorio, o mañana al entierro. En mi caso, era la segunda opción.

Llegó la noticia en la tarde de que ya lo tenían en San Diego, en una salita de lo que hacía de casa parroquial, y que ahí, en una capillita improvisada lo tenían, porque en el templo estaban rompiendo el piso y todo eso para hacer la fosa donde lo irían a colocar en perpetuidad al ser sepultado ahí, junto al altar. Esa noticia nos enterneció sobremanera, y agradecimos a los que habían tomado la feliz iniciativa de hacer eso por el padre Chuy. Se decía que la gente de San Diego lo había pedido así. Además, que salía muy demasiado costoso el traslado del cuerpo a su familia, allá, en Trujillo, al pueblo de la Quebrada de donde era.

Llegó la hora de la misa exequial de cuerpo presente. El templo estaba lleno. Tampoco era que había mucha gente, y era que por las medidas de bioseguridad había que estar con tapabocas y guardando todos los cuidados. Iban llegando los sacerdotes que concelebrarían con el señor Obispo, Mons. Jorge Quintero, Obispo de la diócesis. Fueron fueron llegando a despedir a su hermano en el sacerdocio en la misa, y de seguro llevarían en hombros como gesto de compañerismo y amistad post mortem.

Serían las nueve y media de la mañana. El cuerpo en su féretro estaba en todo el medio del templo parroquial, justo delante del altar, con la cabeza hacia arriba y como si mirara a la asamblea, como se manda en el protocolo litúrgico de velatorio de un sacerdote, así como si estuviera celebrando la misa. La ventanilla superior estaba abierta, como, igualmente, se acostumbra en un velatorio, para que se viera para quien quisiera ir a mirarlo. Y, en este punto, hay que resaltar que todos somos demasiado curiosos, y no resistimos el no poder dejar de ir a mirar. Es un morbo que todos llevamos muy metido en el cuerpo, y, especialmente, en los ojos. Y, muchos hasta llegamos a decir, en esos casos, que “estaba como un pollito de lo lindo que quedó”, o, “que quedó sonriendo”, y otras muchas expresiones con las que nos consolamos ante la palidez escalofriante y la rigidez inexpresiva de un cuerpo en descomposición, aún cuando se trate de nuestro muerto, que no es la excepción del proceso regresivo de la nada en su más plena manifestación. Y, se nos está permitido, en nuestro derecho, porque es nuestro el dolor ante el hecho de esa realidad que se evidencia tan de cerca.

Fuimos llegando. También, yo.

Tampoco pude resistir de mirar por la ventanilla abierta, a pesar que hice todo lo posible por no mirar, así como de reojo, en el paso por su lado, cuando pasé. Y, creo, que esas miradas en no miradas son las que más miran porque el ojo no pierde detalle en esa rapidez, que busca no mirar pero que sí. Y, él, estaba como está todo que se halle en ese estado de descomposición mortífera. Pasé. Y, si miré, aún cuando me había dicho que no iba a mirar. Y pasé hacia el centro del altar donde estaban, en ese momento, dos sacerdotes dando los últimos toques para la misa. Y, al pasar y mirar en el lado derecho la fosa que habían hecho a la carrera el día anterior, sucedió algo que no estaba programado y ni siquiera me lo había dicho para condicionarme: empecé a llorar. Me desplomé en llanto y los dos sacerdotes que ahí estaban apoyaron mi cabeza, uno en su pecho. Y mi llanto se me hizo incontrolable, al punto que los tres estábamos llorando. Y me palmoteaban los hombros. Y era más llanto. Y, recuerdo que dije:

 ¡Qué bonito que lo vayan a enterrar en el templo! ¡Qué bonito!

Y, era que encontraba tanto consuelo y esperanza en que, de hecho, lo enterraran ahí, en la parroquia donde había trabajado y desgastado, tal vez como dice el texto de ser grano y semilla y fruto, a la vez.

 ¡Qué triste es la vida del cura! – dije. Y, los dos seguían palmoteando porque, tal vez, ellos, también, se verían reflejados.

Y, entre sollozo y sollozo, según lo que me permitía la voz dije:

 ¡Qué triste hubiera sido que se lo llevaran para Trujillo a la familia!

Y, seguí hablando.

 ¡Tomen su gallo muerto! En esa modalidad, seguí diciendo yo.

Y, aquellos dos empezaron a llorar más y sus ojos estaban llenos de lágrimas, porque, tal vez, se verían reflejados en pensar lo ingrato que es la situación de los sacerdotes-párrocos, que desgastan su vida en sus comunidades, y después los llevan muertos en una caja a la familia, en una de “recojan su gallo muerto” cuando en su familia no estuvieron, y, ahora que ya no, entonces, sí. ¡No es justo!

Entonces, los tres abrazados, llorábamos.

La segunda posibilidad es ir a enterar al sacerdote-párroco en el cementerio. Así como en el olvido, igualmente. Y, la tercera posibilidad, era la de la suerte que tenía el padre Chuy. Eso era un consuelo. Entonces, dije:

 ¡Bien por los que tomaron esa última idea!


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