PRIMER CAPÍTULO
PRIMER CAPÍTULO
UNA POSIBILIDAD QUE HASTA LO MEJOR SI
Definitivamente, la muerte es una experiencia límite que nos pone en las fronteras de la realidad. Nos coloca ante el hecho del misterio de la vida misma, como frente al misterio de la muerte, como tal. Y, es una experiencia de finitud y aniquilamiento, porque pasamos a experimentar en un santiamén que nada somos, y con ello se revaloriza la vida, porque la vida es un pasar fugaz, y nos coloca, también, frente al otro hecho de la nada, porque pasamos a experimentar, igualmente, que nada somos. Vuelve a tener vigencia las sonatas del libro del Eclesiastés, donde se insiste cansonamente que todo es vaciedad, en la vanidad de vanidades. Y, eso nos hace experimentar ese acontecimiento que es sencillamente natural.
El hecho es que murió el padre Chuy.
Ese fue el acontecimiento. Y, ese fue la experiencia límite. Nos sorprendió. ¡cosa más absurda¡, porque sorprendernos la muerte es señal que nos hemos olvidado de ella, y ella nos anda pisando los pies justico detrás y para todos lados. Ya lo dice el refrán sabio de que “estamos vivos, y jediondos a muertos”. Y pretendemos vivir como si eso no fuera verdad. Y, eso nos lleva a todos a hablar exageraciones del mismo proceso de la muerte, como de lo de más allá, como si fuéramos conocedores, mostrando con ello lo engañadores que nos convertimos muchas veces, y hasta nos sentimos autorizados para hablar con propiedad de esas cosas.
¡Murió el padre Chuy!
Y se nos despertaron muchas cosas, tal vez adormecidas. Para empezar, se nos despertó el hecho de sentir que lo queríamos, y no sabíamos cuánto. Y lloramos. Segundo, se nos despertó cosas inconscientes que nos hacen reflexionar. Y, tercero, es que a pesar de que ha pasado una semana, no es otro el tema de conversación.
En esa noche del domingo de esa semana, en mi ida de domingo y lunes a la familia, le contaba a mi familia todos los detalles de la enfermedad y de lo que sabía del proceso de la muerte del padre amigo de la familia, el padre Chuy, y, sobre todo, lo de la misa de las exequias de cuerpo presente, y su sepultura en la Iglesia parroquial de la parroquia San Diego, justo en el lado derecho, en vista de frente desde la asamblea, y del lado izquierdo del altar, en vista desde el presbiterio hacia la asamblea. Y la familia preguntaba detalles de esto y de aquello, y todos llorábamos al recordar al padre amigo. Y empezaron a salir detalles de sus tres o cuatro visitas escasas a la casa, precisamente, para resaltar cosas interesantes. Se resaltó así, por ejemplo, la sorpresa bonita que haya sido enterrado en la propia Iglesia parroquial, porque eso hay que resaltarlo, pues no todos los sacerdotes-párrocos cuentan con esa suerte y consuelo post-mortem.
Y, como con lo que uno se va a la cama, con eso pasa toda la noche, con eso con que me fui, me pasé toda la noche. Los pensamientos y los recuerdos jugaban a galope como en potrero con cuesta abajo, y subían y bajaban y formaban algarabía, con los resultados de no poder dormir ni descansar como se debería descansar, ya que, a pesar de estar, aparentemente, dormido, se estaba sucediendo a nivel de inconsciente la búsqueda de la verdad, como se dijera en la psicología de Guillermo Jung, muy distinta y mejor que la de Freud ya que el inconsciente no es otra cosa que la profundidad de lo auténticamente verdadero, y no tanto el desvelar el lado oscuro de la persona, como piensa Freud. Con lo que me fui a la cama, con ello pasé la noche.
Entonces, empecé a pasar como en una película todo lo sucedido de lo sucedido en esos últimos días. “El hombre que vivió sin apuros”, se le había descrito en el día de la misa de exequias de cuerpo presente en la población de San Diego. Y se había referido con pocos datos los elementos suficientes para comprender por qué había sido “el hombre que había vivido sin apuros”. No había tenido apuros de que lo ordenaran sacerdote, y se tomó su propio tiempo, a su manera y en su tiempo, y no en el tiempo de los demás, que si andaban en los tiempos justos; pero, para él su tiempo era su tiempo, a su modalidad, que era sin apuros. Y esto era su principal característica que lo refrendaba en su decir, tomando del Evangelio el resumen de los resúmenes de la enseñanza de Jesús, en aquello de “no os preocupéis”, frase que usaba siempre dándole su propio acento español de a su manera. Y era que sonaba esa frase en un español-españolizado a su manera que sonaba a padre Chuy, porque era reconfortante sentir aquella frase de Jesús invitando a confiarse y abandonarse a la Providencia, y era reírse, igualmente, porque como él lo decía parecía escucharse a un español-español hablando; pero, era a un campesino trujillano hablando con acento español. Entonces, resultaba cómico escucharle, porque era a la modalidad del padre Chuy, que no era español, pero que, si era campesino, y era, Chuy, que era lo que hacía la diferencia, para uno soltar la carcajada al ese su decir, que además era de Jesús, y que también era la misma de Abraham a su hijo Isaac, en que “Dios proveerá”, y con ello estaba evangelizando sin querer queriendo. Y todos fuimos evangelizados por él, a la vez, que no reíamos por como sonaba aquella frase.
Eso, apenas, era una parte de la película de anoche, porque tenía otras cosas en relación al tema de lo acontecido, y que estaba aconteciendo.
Y, en un toque de experiencia de Eureka (de encontré la respuesta al problema que estaba buscando) según cuenta la historia que le sucedió a Arquímedes, en un de repente como cuando se descubre una verdad, en ráfaga fugaz, me dije en medio de la noche, más en vigilia que dormido, a pesar de estar durmiendo…me dije:
¡Y, si el padre Chuy, más bien, era un santo!
Ciertamente estaba exagerando el Eureka en mi cabeza, porque, tampoco era para tanto. Pero, persistía la sorpresa, ahora, en forma de pregunta:
¡¿Y, si en verdad, lo era?!
Hay cosas que a veces de simples ideas pasan a ser obstinación. Y siguió la noche, y con ella el tiempo de mi propio tiempo, a la propia modalidad, muy distinta a la de Chuy, que no tenía ni prisas ni apuros. Cosa que no sucedía igual en mí, por ser diferentes los tiempos y las personas. Y, apenas, amaneció ese día, que era lunes, y empezó a rayar la claridad del día, me levanté temprano, como siempre, porque no había tiempo. Entonces, le comenté a mi cuñada que estaba colando café y preparando unas arepas del desayuno de mi sobrina que se iría a trabajar, y que en ese momento estaba planchando su camisa de trabajo, con la maravillosa suerte suya de coincidir que había luz, porque en la noche anterior, la electricidad estaba en un juego de tiempos y destiempos, porque iba y venía en tiempos largos como si fuera un arbolito de navidad, pero en octubre. Las dos, la cuñada y la sobrina, tuvieron la amabilidad de escuchar al cuñado y al tío trasnochado y que tenía idea, tal vez, locas, pero no del todo descabelladas.
¡¿La humildad es la principal característica de la santidad…verdad’! -- dije yo, después de los buenos días. Una estaba en la cocina colando el café, y la otra en la sala del lado comedor, planchando la camisa.
Y, les expuse mis ideas y mis motivaciones. Ellas manifestaron estar sorprendida, y, además de mostrar asombro, mostraron su aprobación.
¡Parece lógico! -- dijo la cuñada, a la vez, que me ofrecía café recién colado y apenas cayendo en el envase que hacía de recipiente, y toda la casa olía a café, y aquello era el cielo mismo, porque no hay cosa más sabrosa, que un café recién colado a esas horas de la mañana. Y si aquello no es el cielo, se le parecía, porque en el cielo que yo imagino han de servir café recién colado para tomar con nuestra familia, principalmente y en casa, y tempranito en las mañanas.
No tenían más qué hacer la cuñada y a la sobrina que escuchar al cuñado y al tío, que no había dormido lo suficiente. Y tuvieron paciencia al escuchar las ideas. Y, así sería mi convicción de lo que decía que las dos empezaron a hablar y me dejaron pasmado al apuntar más ideas a las ideas que les había comunicado, como diciendo, al loco, háblele de los temas del loco; pero, ellas estaban muy cuerdas y lo que decían ahondaban más mi locura, como a la modalidad del Quijote de la Mancha, que a más lectura sobre gigantes más grande su locura.
Entonces, les pedí prestada la computadora de mesa, para empezar a escribir. Y, si la lentitud y la paciencia, y el tomarse el tiempo con calma es la primera condición para ser santo, creo, y estoy convencido, que, entonces, hay razones para que considerar santa la computadora de la casa, porque se tomó su tiempo para encender, su tiempo para abrir office, y eso que era office-Word 2019, mientras que yo me desesperaba, porque mi tiempo no era su tiempo. Además, no tenía ms que esperar al tiempo de ella, sabiendo, igualmente, que ya podría ser tiempo que a esas horas de la mañana fuera el tiempo de que se fuera la luz. Y, pensar eso, me adelantaba a los tiempos de los tiempos, olvidándoseme el libro del Eclesiastés que dice que todo tiene su tiempo. Entonces, empecé a escribir, después de desayunar, por supuesto, porque “primero el comer, y después el filosofar”, y “barriga llena, corazón contento”.
Al levantarse mi hermana, y sin darle chance que fuera a tomar café, y después de apenitas los buenos días, le comenté de una lo que estaba haciendo y por qué. Ella escuchó y alegó que estaba exagerando. Sin embargo, ella resaltó que, ciertamente, era la sencillez y la humildad del padre Chuy lo que sorprendía de conocérsele, y que, en este mundo tan agitado de hoy, es, prácticamente raro y extraño encontrar gente con una calma tal, que hace que uno se sorprenda que haya gente con ese don. Pero, de ahí a que fuera santo en vida, había mucha distancia.
Ella, se fue a sus cosas de la cocina, y yo me quedé frente a la computadora a lo que estaba y en lo que estaba. Y, apenas apareció mi hermano, que vino a la sala a traerme otro café, también recién colado, le comenté mi aventura y volvimos a hablar de Chuy. Él si me apoyó, y creo, que ya había encontrado a mi Sancho Panza, para irme a la aventura de enderezar entuertos y desfacer heridas y rescatar el necesario oficio de los caballeros andantes, viendo castillos donde eran molinos, y todas esas cosas del Quijote, aunque en el caso de mi Sancho Panza, que parece va a ser mi hermano, no tengo yo ínsula con qué pagarle sus servicios en mi locura.
Entonces, recordé de Chuy, que el mismo se llamaba “el mangas míadas”. Y otras cosas, que tal vez, pueda que cuente en esa cosa de mi Eureka.
Y, pensaba;
¿en qué andaría pensando el beato doctor José Gregorio Hernández, que no se fijó para los lados, y no vio al único carro que había en Caracas, y que lo atropelló?
¿andaría tan embobado José Gregorio Hernández?
… y el padre Chuy…igualmente, sería tan…como muchos decían que era…cosa que ni le preocupaba, porque vivía a su tiempo, en una de “no os preocupéis”, para vivirlo auténticamente en su propia originalidad, que lo hacían tan especial, al punto de robarme el sueño y tenerme como me lleva en una de pensando que, realmente, puede ser un santo…
Y, ya era hora, de un tercer cafecito…pero recién colado…porque en el cielo han de servir café recién colado, porque si es café recalentado o de termo, debe ser, entonces, el purgatorio. Y, si no hay ni café recalentado, siquiera, entonces, ha de ser el infierno. Pero, ya veremos cuando nos toque. Por ahora, yo disfrutaba de un pedacito del cielo con el café, que me traía mi Sancho, que ya empezaba a creerme cuerdo.
Había otra idea, un tanto remota, pero idea, al fin y al cabo, que rondaba en la lontananza de los recovecos de la mente, y era si el beato doctor José Gregorio Hernández en su proceso de la visita de la reliquia que andaba en esos por todas las parroquias, estaba siendo un anuncio y un presagio, al mismo tiempo, al dársele su valor como beato en vías de santificación y canonización, y ese era el anuncio; y el presagio fuese que como trujillano estuviese abriendo caminos para considerar la posibilidad de que otro trujillano, en el caso del padre Chuy, estuviese en el camino de un proceso de santidad.
No se sabía esa última posibilidad. Se le sumaba al hecho fortuito que justo cuando la reliquia del Doctor José Gregorio iba a estar en los territorios de la parroquia en la que trabajaba el padre Chuy, justamente, en esos días inmediatos, el padre Chuy cayera enfermo. Solo coincidencia. Y, ¡no fuera más que un trujillano, ahora beato en vías de canonización, venía a abrir camino a otro trujillano para iniciarle el proceso de considerar la idea de la posibilidad que fuera, también, un santo! Todo esto en caso que el segundo lo haya sido.
Lo que me consolaba era que no había ningún procedimiento abierto de un venerable, al menos, o un beato, menos de un santo merideño. Al menos de lo que tuviera noticias, aunque había escuchado que se estaba en los inicios de organizar equipos de trabajo para iniciar la solicitud a Roma de Mons. Miguel Antonio Salas, quién había sido Arzobispo de la Arquidiócesis de Mérida. Pero, en todo caso, para mi alivio Mons. Salas era tachirense, y así, ya sabía yo de antemano que no había de qué preocuparse en que viniera por mí, aunque no se sabe
Ahora, por conveniencia, era mejor que Chuy no fuera santo, sino que todo hubiera sido solo coincidencias. Tampoco es que lo sea, lo de santo. O, mejor dicho, no se sabe si lo es y lo fue. Entonces, cabía la posibilidad. Pero, no era más que los molinos de viento que se me parecían castillo, y aspas del molino que se me pintaban armaduras. ¡¿Dónde estaría mi Sancho para que me hiciera ver lo real y no lo que yo ya me andaba imaginando?! Tal vez andaría en una de otro café.
Otro detalle de resaltar, en la coincidencia, es que, sin saberlo, ese mismo día que se comenzó a escribir este libro, era el día de San Francisco de Asís, 04 de octubre de 2021.
Comentarios
Publicar un comentario