CAPITULO DÉCIMO SEXTO EN MEMORIA MÍA

 CAPITULO DÉCIMO SEXTO

EN MEMORIA


Dejemos el libro del Génesis y saltemos a la parte de la consagración de la misa, donde el sacerdote hace y dice las palabras de Cristo en la última cena. Ese el centro de todo. El sacerdote es llamado para por la acción del Espíritu Santo perpetuar ese misterio de redención, con el mandato de hacer eso EN CONMEMORACIÓN MÍA.

De todo ese misterio se trata la actividad principal del sacerdote. Es necesario que traigamos aquí las palabras del apóstol San Pablo (1 Cor 11, 23-26):

Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan,

 y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»

Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío.»

Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga.

La clave está que todo ese misterio es “EN CONMEMORACIÓN”; es decir, son las mismas palabras y los gestos, sobretodo, en la consagración. Misterio de fe y es lo que se dice inmediatamente después de ese momento:

 Este es el sacramento de nuestra fe.

 Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección; ven, Señor, Jesús.

Con esto damos por terminado este libro, en un parpadeo de tiempos en sucesión y que han hecho una historia concreta, con la gran enseñanza de “un hombre que no tuvo apuros”, y que vivió en una experiencia de auténtico sentido de La Providencia.

 ¿Qué fue santo? Solo queda decir que vivió en experiencia de humildad, su principal característica, que lo hacía como era. Vivió el auténtico sentido de las Bienaventuranzas, lo de “pobre de espíritu”.

¿Qué hizo milagros? Este libro ya es un milagro buscando resaltar esa humildad y esa vivencia evangélica de las bienaventuranzas.

¿Que atesoró en el sentido material? Solo digamos que vivió “con la pata pelá”.

¿Qué hizo problema porque le faltaba de todo? Solo digamos que decía “NO OS PREOCUPÉIS”.

¿Evangelizó? Solo digamos que nos hizo reír cuando en su estilo campesino nos fortalecía con su español trujillanizado, en su “No os preocupéis”, y con ello, estaba implícito el sentido bíblico y teológico de DIOS PROVEERÁ.

¿Qué hizo de especial? Fue sacerdote, y con sus manos llevó el consuelo del Cuerpo de Cristo en la comunión en la misa, y también llevó ese mismo Cuerpo de Cristo a los enfermos; consoló con sentido cristiano en la esperanza a los enfermos, especialmente, a los moribundos; transmitió paz al penitente sufrido y adolorido por su conciencia y sentido de culpa y con la absolución le hizo sentir en su angustia que Dios es purito amor y misericordia en justicia; fortaleció en el dolor de la muerte de un cercano con la dulzura de saber que existe la resurrección, y por eso, rezaba por los difuntos en la misa; escuchó al que llegaba buscando un oído que escuchara su pena y su soledad, siendo y estando él mismo solo y con sus penas también; supo guardar silencio sin juzgar al que veía por caminos distintos; supo quedarse callado cuando tenía derecho de hablar, y prefirió enmudecer. Eso y otras muchas cosas más, como que bautizó en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; bendijo hogares y promesas de amor de los enamorados; que leyó públicamente los evangelios, donde aparece la vida de Jesús, y dijo que era “Palabra del Señor” y “Palabra de Dios”; Dio explicaciones de esa Palabra de Dios, entendiendo muchas veces, y otras no; celebró la misa en distintos lugares, lejanos muchas veces, en un mismo domingo…

¿Y, él hizo todas esas cosas? Solo digamos que es que esas son las cosas que hace un sacerdote.

¿Que era un pecador? Solo digamos que todos los días, al rezar el rosario, y al celebrar la misa decía en voz alta, y hasta por el micrófono, que era un pecador, al decir: “Yo CONFIESO ante Dios, y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabras, obras y omisión”. Y, se daba tres golpes en el pecho, y reconocía que todo eso era por su culpa, por su culpa, y por su grandísima culpa. Más aún, justo, en el momento de elevar la hostia consagrada y al decir “ESTE ES EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO”, respondía, también, como el más piadoso: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; pero, una Palabra Tuya bastará para sanarme”.

¿Construyó algo materialmente hablando, dejó fundaciones y casas y cosas por el estilo? Solo digamos que, según la promesa del propio Jesús, vivió en una de: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más -casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura, vida eterna.».

¿Celebraba el gozo de “la alegría en la libertad de los hijos de Dios”? Sólo digamos que todos los domingos y en días litúrgicos especiales decía en la oración del Gloria: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.

¿Y, era luz para los demás? Solo digamos que todos los Sábados Santos, entraba con el Cirio Pascual recién encendido de la fogata y decía en voz alta: “LUZ DE CRISTO”. Y, casi siempre, tres veces en el mismo sábado, porque celebraba la misa del Sábado Santo, tres o cuatro veces en comunidades distintas.

¿Con sus colegas sacerdotes tenía trato especial? Solo digamos que a sus compañeros sacerdotes los llamaba “hermanos”.

¿Y, sufrió mucho como sacerdote y como ser humano? Solo digamos que cuando rezaba LA SALVE, decía “después de este destierro, muéstranos a Jesús”.

¿Y, se sintió abandonado de Dios? Solo digamos que siempre se le presentaba un ángel. Quizás por eso mismo, era que era humilde en la línea de las bienaventuranzas, porque sabía abandonarse en la experiencia de el “Dios proveerá”, en una de “No os preocupéis”.

¿Y, creía en la Virgen María? Solo digamos que cuando rezaba el rosario, o cuando se dirigía a la Virgen, decía “Dios te salve, María”.

¿Qué más se puede decir? Creo, que, junto con él, decir AMÉN.


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