CAPITULO DÉCIMO QUINTO
CAPITULO DÉCIMO QUINTO
“EN MEMORIA MÍA”
(segunda parte)
¿Qué parte de la Biblia se recoge en la PARTE de la misa de: ‘Yo confieso ante Dios, y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabras, obras y omisión”?
Fue una de las preguntas con la que iniciábamos la siguiente clase de la semana inmediata. Esta vez los tres estaban un poco distraídos y les estaba costando entrar en materia con el tema. Ellos se miraron. Es que no todos los días son iguales, y a cada día le bastan sus afanes dice la misma Biblia. Así son las cosas. En este punto, apenas comenzando este capítulo vale la pena traer las ideas principales de la profundidad del poema de Porfirio Barba Jacob, titulado CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA, en donde dice, que:
Hay días en que somos tan móviles, tan móviles...Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles… Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos…Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos… Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos...Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres… Y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.
Ese martes, parecería ser uno de esos días lúgubres-lúgubres. Es que un día es un día a la vez, y que un día no se parece a ninguno otro día, ni siquiera la tarde se parece a la mañana del mismo día, porque el tiempo es fugaz, y como dice el poeta “todo pasa; y todo queda; lo nuestro es pasar”.
En ese martes estábamos en lo inmediato apenas comenzada la misa que invita que para ser dignos de celebrar los misterios que se están comenzando a celebrar es necesario que “reconozcamos nuestros pecados”. Y, aquí, había que ir al libro del Génesis en el capítulo tres, en lo de Adán y Eva.
Se mantenía la pregunta expuesta para empezar el conversatorio:
¿En el libro del Génesis donde aparece lo pequé de pensamiento, palabra, obra y omisión?
La pregunta era en serio. Nos volvimos a mirar los cuatro.
Antes de dar el texto del libro del Génesis que habla de ese dato en clave de revelación – dije yo para romper el hielo, como se suele decir cuando los presentes están perezosos de hablar
es importante adelantar – seguí diciendo yo, en una de no darme por enterado, o al menos para hacerme el disimulado que ese día no irían a estar muy conversadores aquellos tres.
algunas cosas para que al leerlo podamos precisar de antemano, como, por ejemplo, que la serpiente desde un comienzo puso palabras en Dios que Dios no había dicho, y Eva siguió, precisamente, sobre un punto equivocado.
Nos volvimos a mirar. Me ponían cuidado y atención.
De repente intervino el más gordito de todos, que tendría, quizás 26 años de edad, que era el mismo que había descubierto que si había Derecho Canónico en la oración de “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
Eva, de principio, pudo haber dicho: No; eso no fue lo que dijo Dios – dijo el más gordito, que además era el más estudioso de todos, y tenía una capacidad sorprendente para memorizar cosas de la Teología. Sin duda era el más aventajado de los cuatro.
Si ella se hubiera dado cuenta de eso, de seguro, hubiera sido otro el cantar – siguió diciendo, como si hubiese estado pensando en esas cosas desde hacía tiempo.
Ahí comienza todo – dije yo para secundar la idea, pero esperando que aquel teólogo siguiera profundizando. Creo que para ser justos a ese muchacho habría que mandarlo a estudiar, porque tenía mucho que ofrecer al pensamiento teológico.
Vayamos, entonces, al texto.
Pero vayamos dividiéndolo en partes para poder precisar cosas, porque era de suponer, igualmente, que tendría que ser yo quien propusiera método de estudio por ser el profesor.
Y, hagamos, igualmente, una propuesta de método de estudio comparativo, poniendo tres elementos en la comparación para encontrar las diferencias y las especificidades de cada uno.
Así, pongamos en un lado a Eva y en el otro lado la misa, o la Eucaristía; y en el medio a Jesús – dijo aquel muchacho adelantado.
Okey – dije yo, más bien, sorprendido de encontrar en aquel muchacho no a un contrincante, sino a un Tomás de Aquino. Además, él tenía las cosas muy frescas en su memoria juvenil. Tenía, sin embargo, una debilidad y era que cuando los otro dos decían esto o aquello, él buscaba completar la idea y añadía diciendo siempre “lo que él quiere decir es” y completaba, ciertamente, lo no dicho por ellos. Y aquellos dos se sentían como apadrinados en todo por él que los cubría, por decirlo de alguna manera. Había que colocarlo en su santo lugar, pero todo a su debido tiempo, que ya llegaría más adelante, sin llegar nunca a cortarle las alas, cosa que hubiera sido fatal para aquella mente ávida de conocimiento. Aunque, si lo que había dicho el Papa Francisco en Nápoles era nuestra inspiración y el marco referencial, ciertamente, no podíamos buscar ser una réplica de Tomás de Aquino ni tampoco de su método, llamado “El Tomismo”, porque ese método de hacer teología, hoy por hoy, tiene que ser superado. Ese método era, más bien, deductivo.
¿Y, cuál es el método? – preguntó el más alto de todos los cuatro, y el más joven.
Preguntaremos y compararemos a los tres en cada caso – dije yo – y, sobretodo, un método comparativo, buscando los elementos comunes y diferentes. Un método nuestro.
¿A cuáles tres? – preguntó de inmediato el mismo.
A Adán y a Eva, por un lado – dijo el tercero que hasta ese momento no había dicho nada, ni siquiera “esta boca es mía”, como se dice cuando alguien está muy callado.
Ya estábamos creando entre los cuatro nuestro propio método de estudio. Estaba siendo ya fascinante aquella aventura desde su mismo comienzo en aquel martes, a pesar de que había parecido que no iba a ser muy productiva. ¡Las sorpresas que da la vida, muchas de las veces!
Génesis, capítulo 3 – dijo el más joven de todos, y ya tenía buscado el texto de la Biblia, y tenía señalando con el dedo el texto, listo para empezar a leer.
Okey – dije yo, porque aquellos muchachos me aventajaban en rapidez y en comprensión de la idea. Ya parecía que llevaban dos, o más bien, quince pasos delante de los míos. Ya no era ellos los que tendrían que apurarse para ir a mí paso; era yo quien tenía que correr, más bien, para, más o menos ir parejitos en el paso de aquella actividad intelectual.
Primera parte – apunté yo, así como para dar a entender que era yo quien conducía el debate teológico.
Y, no se hizo esperar el que tenía el dedo apuntando el texto en la Biblia abierta sobre su mesa de estudio. Leyó:
La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?»
Respondió la mujer a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del jardín.
Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.» Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis…
¡Hasta ahí – dije yo para indicar que, por ese momento, era suficiente. Además, se trataba de ir poco a poco y por partes; aunque esas partes eran partes imaginarias, y propias del método que estábamos inventando.
¡Veamos! – dije enseguida. Los cuatro nos volvimos a mirar como diciendo empiece usted; no; mejor usted. La cosa iba, ya, muy avanzada a esas alturas, a pesar de no haberse dicho nada todavía
hay cosas interesantes – dije yo; así como para empezar la lluvia de ideas.
Uno – dijo el más adelantado de todos.
la serpiente dijo que Dios dijo, y dijo lo que Dios no dijo, sino que puso en boca de Dios lo que Dios no dijo.
Parece un trabalenguas – dijo el más joven de todos, y sus ojos ya estaban brillando, lo que significaba que estaba imaginando, porque cuando uno se enamora de una nueva idea le brillan los ojos.
Y, lo es – dije yo.
Se parece a cuando alguien se mete en un embrollo de chismes: que este dijo que usted dijo y me lo dijeron. Y se forma un tremendo problema de dijo que dijo – dijo el segundo que casi no hablaba, pero, que estaba pendiente de todo lo que estaba sucediendo.
¡Ave, María, Purísima! – dije yo. Y los cuatro soltamos la carcajada ante la ocurrencia.
¡Si Eva le hubiera dado un freno…si Eva le hubiera dado un parado…! – suspiró el más joven. Y lo miramos.
¡Aquí, ya, empieza a ponerse interesante! – dijo el Tomás de Aquino de Tronconal
¡Eva no tenía hambre, ya que podía comer de todo! – apuntó el que poco hablaba ese día, pero que hacía con mucho acierto algunos comentarios.
La serpiente le crea a Eva una realidad ficticia y Eva se deja llevar a esa realidad que no era real.
Ahora, traigamos los tres elementos que propusimos como método de estudio que va a ser la comparación – dije yo, más que satisfecho de aquella aventura intelectual.
¿Qué hizo Eva?
Eva se dejó llevar y abrigó un pensamiento que no había tenido, y es que consideró que la serpiente había dicho una cosa que no dijo Dios, aunque Dios si dijo que se podía comer.
Eso podría considerarse como que tuvo la idea, el pensamiento, al permitir la existencia de una realidad ficticia.
Ya tuvo la idea.
Eso es pensamiento.
La diferencia con Jesús – dijo nuestro Tomás de Aquino
en las tentaciones en el desierto es que Jesús no se dejó crear una realidad ficticia,
porque él estaba claro que “no solo de pan vive el hombre” – dijo el que poco hablaba pero que solo hablaba lo necesario.
¿Qué se hace y se dice, apenas se ha empezado la misa? – dije, entonces, yo.
Se dice que “pequé de pensamiento” – dijo el más joven.
Ahí, nos parecemos a Eva, porque no hay diferencia entre ella y nosotros – señaló reflexivamente el Aquino.
La diferencia entre Eva y nosotros es Jesús, Cristo, que viene a eso: a hacer que reconozcamos que hemos pecado.
A este punto yo casi no hablaba. Más bien miraba sorprendido de lo rápido que se estaban dando las cosas a esas alturas del aquel conversatorio, por demás de fascinante. No sabría tampoco saber si era sencillo, o profundo; el hecho es que se trataba del dato bíblico, y que ahí estaba en la mentalidad de revelación.
Eva y nosotros, de pensamiento, hemos caído en la idea de una verdad ficticia – apuntó el más joven.
¡Ahí la tentación! – dijo el que poco hablaba.
Entonces, nuestro Aquino, señaló, que:
Jesús, en una verdad real. Ahí la diferencia.
Por eso en la misa decimos que pequé de pensamiento, que es el primer principio de pecado – y el más reflexivo de todos parecía estar concluyendo todo aquello.
Ya era cerca del mediodía. Ellos irían a almorzar.
Comentarios
Publicar un comentario